martes, febrero 28, 2012

¡Ojalá te enamores!

 Que nadie se sienta ofendido ni aludido por el titulo de este post, porque aunque parece inofensivo, expresa una antigua y conocida maldicion arabe, o gitana, que sé yo!. 
Lo cierto es que su origen es tan incierto como el del sujeto que, de pronto y de la nada, irrumpe en nuestra vida para desestabilizarla. 
 Pues si, para algunas culturas y para algunas personas, enamorarse puede ser un buen castigo.

“Ojalá te enamores”. Con toda la fuerza. La peor maldición. Más que un buen deseo, una sentencia mortal.
El enamoramiento es un estado de desquicio. De idiotez absoluta. De descontrol de las funciones más elementales de la cotidianeidad. Nos volvemos estúpid@s, no reflexionamos ni entramos en razones. Nos volvemos tont@s. Dependientes. Perdemos los reflejos. Los síntomas son claros y espantosos. Y se manifiestan ante la sociedad cuando logramos mascullar la frase letal: “estoy enamorad@”. 

¡Ojalá te enamores! Y comienzes a idealizar, y veas a la persona que amas como un Dios/Diosa. El/La únic@. El/La mejor. Todo lo que hace es lindo, dulce y enternecedor. Hasta cuando se hurga la dentadura con un escarbadientes. O se rasca la oreja con la Montblanc. Es que el/ella es taaaaan encantad@r que todo se lo permitas.

¡Ojalá te enamores! Y que un llamado telefónico del/la sujeto elegid@ sea una dulce melodía. Saber que se acordó de ti te sea suficiente para iluminarte la vida durante una semana. Que Magnifiques cualquier gesto en la errónea idea de que “él/ella” está rendid@ de amor.

¡Ojalá te enamores! Y que comienze el efecto yoyo sobre el peso corporal. Durante el primer tramo del encantamiento te aparezca la cerrazón estomacal. Los bombones que, hasta entonces, eran una trampa mortal se vuelvan tan poco atractivos como un recital de La Nueva Luna.

¡Ojalá te enamores! Y que se resienta la productividad laboral. Tus compañer@s de tareas sean “sombras nada más entre tu amor y mi amor”, y las horas se consumen en la espera de un e-mail o un llamado.

¡Ojalá te enamores! Y que cualquier frase del/la Romeo/Julieta aparezca como un escrito de William Shakespeare. Que le atribuyas al/la candidat@ una intelectualidad inexistente. Sorbe sus palabras. Adore su verba. Cuando, al tiempo, despiertes a la impiadosa realidad, el/la escriba prolífic@ se muestra como lo que es: un aprendiz de poeta.

¡Ojalá te enamores! Y que tus amig@s sean las víctimas más sufrientes del maleficio del enamoramiento. Sean esclavos sin horizonte de libertad del relato obsesivo. Que el monstruo más abyecto se vuelva glorioso cuando te enamores.  Que quieras contar, contar y contar, gritarle a la humanidad que llegó “el amor”. Aunque a nadie le importe. Aunque tod@s, allí afuera, tengan dolorosa conciencia de que el objeto de tu adoración no es dign@ de tributo.

Viendolo asi... Ufffff... vaya que si es castigo!!!


Pero bueno, en esta vida, nada es eterno. Y mucho menos la primera etapa del amor, que funciona igual que una droga. Dispara nuestras hormonas, nuestra libido y nuestra alegría de vivir. Es un high que, ineludiblemente, precede al desanimo.

Más temprano que tarde se terminará el encantamiento. No seremos felices ni comeremos perdices. El/la príncipe/princesa se mostrará como el sapo/rana que siempre fue. Y querremos devolverl@ al charco. Para volver a la normalidad.

“Ojalá te enamores”. Maldición!!!


Diana Navarro - Ojala

Raphael - Estar Enamorado

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La herida causada por una lanza se puede curar, pero la causada por la lengua es incurable....

Proverbio árabe.