martes, julio 24, 2012

Veremos el sol de nuevo...

"Para poder ver el arcoíris, 
 primero debes soportar la lluvia"
Anónimo 
 Tantas veces he reiterado en el blog que todo lo verdaderamente bueno, satisfactorio, estimulante o valioso de la vida tiene un coste, que temo resultar aburrida. Aunque, por otra parte y conociéndonos un poco, sé que muchas de los conceptos que nos ayudarían a aprovechar más y mejor la vida, tendemos a olvidarlos, y solo logran un cierto efecto a base de repetirlos y repensarlos.

Arcoíris se define como el fenómeno óptico y meteorológico que produce la aparición de un espectro de frecuencias de luz continúo en el cielo, cuando los rayos del sol atraviesan pequeñas gotas de agua contenidas en la atmósfera terrestre. Ahora bien, y  sin desdeñar la descripción científica del fenómeno, a mi lo que me interesa es su vertiente sentimental. Aquella que dice que el arcoiris es promotor de los sueños, leyendas e imágenes más hermosos que podamos concebir.

“El que arcoíris ve, no se morirá de sed”, señala la sabiduría popular, que también recuerda que aun en las vidas más oscuras, de vez en cuando aparece, o que después de toda tempestad siempre se hace presente.

Este prodigio, espectacular y sorprendente, ha subyugado al ser humano a través de la historia. ¿Sabías que los griegos consideraban al arcoíris un camino entre sus dioses y la tierra? No es extraño que antiguas civilizaciones trataran de darle explicación y por ello existen diversas leyendas a su alrededor…

Los hindúes, por ejemplo, creían que el arcoíris era la reverencia de Indra, su dios del fuego y el trueno. Los incas, en Perú, decían que Kuichi o el arcoíris, era el hijo de la lluvia y era capaz de atrapar al Sol y la Luna. Algunas tribus de indios norteamericanos llaman al arcoíris "Camino de las almas". En Japón, se refieren a él como "Puente Flotante del Cielo". En Hawaii y la Polinesia, creen que es la "ruta de acceso al mundo superior."

Pero su más hermosa leyenda es irlandesa y se centra en el supuesto punto donde acaba. Se cuenta que al final del arcoíris, puedes encontrar una olla llena de monedas de oro custodiada por un duende llamado Leprechaun. Se supone que la olla está enterrada, así que habría que cavar para conseguir tal fortuna. Si alguna vez el duende vigilante del tesoro es capturado por un ser humano, el Leprechaun tiene el poder mágico de conceder tres deseos a cambio de su liberación.

Una bella metáfora esta del oro en la terminación del arcoíris. Un premio que solo se encuentra al final de la visión y tras haber desplegado gran esfuerzo y denodado afán en buscarlo. Una forma de entender que lo más valioso ni es fácil ni está cerca. Quizá toda los años de nuestra vida estemos buscando ese oro redentor, sin encontrarlo jamás, y que ese sea en realidad el objetivo; no el oro en sí, sino la manera en que lo perseguimos y todo lo que ponemos en juego para hallarlo.

Dido- See the sun


"La vida es un arcoíris que incluye el negro"
Yevgeni Yevtushenko

6 comentarios:

  1. Tanto la lluvia como el arcoiris son dos fenómenos bonitos y para vivirlos en medio de la naturaleza.
    Un abrazo en la noche.

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  2. Despues de la tormenta, viene la calma...asi he escuchado desde peque...

    Te abrazo fuerte Rafael! Feliz dia!!!

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  3. Lo único que se salva es lo que hacemos con mucho amor y dedicación, lo demás pasa y solo a veces es medio percibido.
    Abrzos India Rebelde!!!

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  4. Muito obrigado meu amigo Ricardo...

    Beijos

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  5. Aristos, me cuesta creer que la vida sea asi... pero la historia y las vivencia propias y ajenas me dice que si... osea, "se sufre pero se goza tambien".... en fin...

    Fuerte abrazo chamo!!!

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La herida causada por una lanza se puede curar, pero la causada por la lengua es incurable....

Proverbio árabe.