Los sueños, sueños son...

En los sueños, uno esconde sus deseos más ocultos. Aquellos que no podemos contar a la gente de nuestro entorno. Y eso es lo que me ocurrio anoche. La madrugada me visitó llena de frio. Mi mente se aflojó entre mis sábanas y volé hasta el lugar donde ya nadie podía hacerme daño. El sueño comenzaba lejos de mi ciudad y me llevaba hasta París. Allí, entre el tumulto de la gente, me senti una extraña, deambulaba por las calles con un paño tejido ladeado sobre mi cabeza de color azul celeste. Me sente en un cafeé   que hacía esquina mientras ojeaba las últimas noticias de Le Monde  bañadas en cafeé.  y lei: “¿Cantar en inglés o en francés, el dilema del pop francés?” Una mirada apuntaba a mi espalda. Taladraba mi nuca mientras unas manos firmes sujetaban el respaldo de mi silla. —¿Desea que arreglemos juntos el dilema? —¿Quién es usted? —Acaso en un sueño uno tiene que entregar su pasaporte? —No, claro que no. Lentamente, se levantó, puso sus manos sobre mis hombros y me separó el pañuelo de la cabeza tumbandolo hacia atras rodando mi cabellera hacia un lateral. En el hueco entre el cuello y mi oreja, dejó posar su boca de dientes blanqueados, calentó previamente el lugar con un suave vaho con olor a vainilla. Me puso en pie, dejando caer al suelo todo el dilema francés. Unas manos rodeaban mi cintura, acariciaban toda mi cadera. Y, sin mediar palabra, buscó mi boca. Unos mullidos besos golpeaban mi estómago, como nudos marineros que laiban dejandome sin aliento. Me di la vuelta en la cama para poder continuar en esa nube placentera y cai de bruces al suelo dándome un coscorrón en la cabeza, que me devolvió a la realidad. —Monsieur, ¿dónde está mi dosis de besos?. Un silencio recorrió mi habitación que fue interrumpido por el ladrido de mi perro que andaba por el pasillo. Mi pelo alborotado y un cardenal en el muslo derecho daban la bienvenida a la mañana. Me hacían recordar que los sueños, sueños son....